La relación entre el paisajismo, el jardín y la huerta con la cultura francesa es profunda y se ha desarrollado a lo largo de siglos, reflejando valores estéticos, filosóficos y sociales.
Ejemplo icónico: los jardines de Versalles, diseñados
por André Le Nôtre para Luis XIV.
En Francia, especialmente desde el siglo XVII, el jardín formal o
clásico francés reflejaba el poder absoluto del monarca. La naturaleza era
domada y ordenada para mostrar control, racionalidad y simetría.
Esta forma de jardinería influenció a toda Europa, estableciendo un
estándar de prestigio y refinamiento.
La huerta como expresión de autosuficiencia y conexión con la tierra
En los monasterios medievales franceses, las huertas eran esenciales
tanto para la alimentación como para la medicina, lo que influenció la
organización de muchos jardines posteriores.
Durante la Revolución Francesa y otras épocas de crisis, el cultivo de
huertas urbanas y rurales reflejaba ideales de autosuficiencia y virtud
republicana.
Hoy, los potagers (huertos ornamentales) combinan utilidad y
estética, una práctica aún popular en la jardinería francesa contemporánea.
En el siglo XVIII, influenciado por Rousseau y el Romanticismo, aparece
el jardín paisajista francés, más natural y emocional, como reacción al
orden rígido del jardín clásico.
Más adelante, con el movimiento impresionista (Monet y su jardín en
Giverny), el jardín se convierte en una fuente directa de inspiración
artística, reflejando una visión más íntima y sensorial de la naturaleza.